En un artículo publicado en The Guardian (12/04/2011), Aditya Chakraborty argumenta que el rechazo de los votantes islandeses a asumir el riesgo de los especuladores es un ejemplo para aquellos países (como Irlanda) en los que sus élites han destruido la economía local con el único propósito de rescatar a los bancos. A continuación se presenta un resumen del citado artículo.
¿Recuerda Islandia? En agosto de 2008 fue la primera víctima del desastre financiero global; el primer país rico, en más de tres décadas, que pidió un rescate al Fondo Monetario Internacional. Los comentaristas la denominaron el “Ícaro económico”. Se convirtió en parábola y chiste a la vez. “¿Cual es la diferencia entre Irlanda e Islandia?”, se bromeaba en los círculos financieros; “una letra y unos cuantos meses”, era la respuesta [NT: En inglés,los nombres de ambos países, Ireland (Irlanda) e Iceland (Islandia), difieren en una sola letra.]
No se volvió a oír comentario alguno sobre Islandia salvo en muy contadas ocasiones, como cuando los votantes islandeses fueron consultados sobre si se debían o no pagar 3,5 mil millones de libras esterlinas a los clientes del banco, quebrado, Icesave; y la respuesta mayoritaria fue un rotundo “Nei”.
Aunque se está intentando que el hecho pase desapercibido, Reykjavik se ha convertido en un modelo de como minimizar la miseria que conlleva el colapso económico, ignorando la ortodoxia financiera. Y en otras economías europeas en crisis, desde Dublín a Atenas y Lisboa, los ciudadanos y los políticos han comenzado a prestar atención al caso islandés. Después de que sus tres principales bancos (el 85% del sistema financiero islandés) se declararan en bancarrota en menos de una semana, Islandia tomó dos importantes decisiones. La primera, no acudir al rescate de los bancos, dejar que quebraran: quien había invertido en dichos bancos tuvo que hacerse cargo de las consecuencias del riesgo asumido. La segunda, las autoridades impusieron un estricto control sobre los capitales, dificultando la salida del país del denominado “dinero caliente” (capital especulativo).
Estas medidas no solo fueron polémicas, sino que representaron un verdadero “corte de mangas“ a los políticos y académicos que normalmente establecen las normas de gestión de los desastres económicos.
Comparemos la política de Islandia con la seguida en otro pequeño país del Atlántico Norte, Irlanda, que también poseía un sector bancario sobredimensionado en relación a su economía. Cuando la contracción del crédito alcanzó Dublín, el gobierno decidió financiar al sector bancario en su totalidad, incluyendo los miles de millones de euros que representaban los préstamos concedidos por inversores extranjeros. Esto dejó al país con una deuda de casi 80.000 euros por familia, una deuda que, de hecho, representa la bancarrota del país.
“Un Robin Hood a la inversa, que quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos”; así es como definió la política de Irlanda Anne Sibert, miembro del comité de política monetaria del Banco Central de Islandia. Pero lo cierto es que Dublín se ha limitado a seguir una de las viejas reglas del libre mercado, según las cuales los gobiernos no deben romper las normas de los financieros.
Sin embargo, mirando a estos dos países, es difícil poder afirmar que Irlanda ha prosperado siguiendo los preceptos ortodoxos, o que Islandia haya sufrido un terrible castigo por no seguir los dictados de los Mercados. De hecho, la evidencia parece apuntar en sentido contrario: Islandia se encuentra en mejores condiciones, cosa que en 2008 nadie se hubiese atrevido a predecir. Lo peor de la recesión parece haberse superado (a pesar de ser aún pronto para hablar de un crecimiento sostenido) y su tasa de desempleo (7,5%) es la mitad de la de Irlanda (13,6%). Sorprendentemente, después de que la corona islandesa perdiera más de la mitad de su valor, la inflación también está bajando rápidamente. Y sin tener que pagar a sus creditores extranjeros, las finanzas gubernamentales se encuentran buena forma. En Irlanda, por otra parte, el gobierno ha tenido que inyectar, por quinta vez, mas dinero al sector bancario.
Ahora bien, esta no deja de ser una situación compleja y no exenta de riesgos. Para empezar, no quisiera para ninguna otra economía la situación por la que ha pasado, y que esta pasando aún, Islandia . Aún quedan recortes a realizar y seguramente hay dosis de dolor esperando. Thor Gylfason, un economista de la Universidad de Islandia, estima que harán falta entre siete y diez años antes de que este país se recupere de uno de los peores desastres económicos de la historia reciente. Será un largo y lento recorrido.
Iniciada la crisis con una carga insoportable, Islandia ha conseguido aligerarla; y lo ha hecho usando mano dura con los especuladores extranjeros que invirtieron en el país, haciéndoles asumir enteramente las consecuencias de los riesgos que tales inversiones comportaban.
Resumen de Antoni Serra Devecchi