El mundo de utopia de John

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Dicen que John se paseaba por las fábricas de Londres y Cambridge después de charlar con sus amigos del club. A pesar de ser terrateniente sus preocupaciones eran muy distintas a las del común de los barones. Él, como “todo el mundo”, había vivido la increíble expansión industrial. Había visto crecer la cantidad de comida, electricidad, ropa y movilidad producida por un capitalismo que parecía no tener rival. Se podía imaginar un mundo de utopía, donde los avances en todos los campos llegasen a un punto en que no costase nada de producir comida, energía, ropa, casa y puzzles y, por tanto, todo el mundo pudiese tenerlos. ¡Gratis! Era un mundo de felicidad o, mejor dicho, de falta de miseria. En cambio, John, veía como a pesar de esas mejoras, cíclicamente, los trabajadores padecían autenticas miserias. Había años en que abundaba el trabajo, los sueldos subían y vivían mejor que cualquier campesino inglés hubiese imaginado un siglo antes. En cambio, otros años no había trabajo y se morían literalmente de hambre. Entender cómo y por qué,en una sociedad que aspiraba a la utopía, se producía tamaña destrucción de la calidad de vida se convirtió en su objetivo. Pronto, en una obsesión, cuando el número de parados al otro lado del Atlántico y en la misma Inglaterra llego a pasar del 35%. Millones de personas sin casas, sin comida, mendigando…a la vez que un montón de tierras se quedaban sin labrar y fábricas sin producir. ¿Cómo era posible?

Si John nos viese ahora, 80 años después, realmente alucinaría. En términos de comida, ropa e información hemos llegado prácticamente a la utopía. Producir comida, ropa y copiar-transmitir información casi no cuesta nada. En cambio, se sorprendería al ver como en otros campos casi no se ha avanzado. La energía sigue siendo igual de sucia que antes y no daría para dar calor y luz a todos los habitantes del planeta sin destrozarlo. Pero lo que más le sorprendería es encontrarse con una crisis en EEUU y Europa como la que estamos viviendo, especialmente la de Europa. ¿Cómo es posible que estén igual que en los años 30? ¿Acaso no les expliqué la solución para que esas cosas no pasasen?

Pues sí, John Maynard Keynes hace 80 años ya sabía que la gracia del capitalismo es que un día no sería necesario. Llegará un día en que máquinas (o robots ahora) producirían todas las necesidades humanas con una tecnología que no tuviese ningún impacto sobre el planeta. Entonces, sólo sería cuestión de compartir. De saber compartir. Y es que cuando hacer una copia de algo sale gratis, tenemos el bien más preciado del mundo: un bien que todo el mundo puede tener. Evidentemente, ese objeto ya no puede ser comprado ni vendido como un bien privado. Es un bien que se escapa a la lógica del mercado. Es un bien que nos hace más ricos a todos. Más bienes como estos, más “ricos” somos realmente. Y claro, más empeño pongamos en conseguir estos bienes con coste social y ambiental cero, más ricos seremos en el futuro. Llegará el día en que toda la energía será renovable y muy barata de producir (aquí viene la solar). Lo mismo para la comida ecológica y la vivienda. Un día, con suerte, producir las necesidades básicas será igual de caro que hacer una copia de una película y distribuirla por internet. No costará hacerlo prácticamente nada y su huella ambiental será nula. Ese día seremos realmente ricos. A medio y largo plazo, lo más importante es mimar, atesorar e incluso proteger todas aquellas cosas que ya no son bienes privados. Realmente el único partido que he visto que entiende todo esto es el partido pirata. Raro es que incluso exista. Así que me he decidido a echarles al menos una mano. En lo que sea. La propuesta de patentes, con un potencial de cambiar el mundo enorme, debería ser un ejemplo a seguir.

Pero si bien el futuro hay que tenerlo presente también es verdad que a largo plazo estamos todos muertos. Que para que llegue ese futuro, a corto plazo hay problemas muy muy graves que resolver. Tenemos ante nosotros una crisis producida porque el dinero no está en manos de aquellos que tienen ganas de consumir. Como dijo Keynes, hay momentos donde la gente no quiere comprar cosas. Nos creemos pobres y decidimos no gastar… sin darnos cuenta que si todos hacemos lo mismo le quitamos el pan a otros. Mejor dicho, nos quitamos el pan a nosotros mismos. Mi gasto es el ingreso de otro. Cuando en 2008 el casino de Wall Street robo a los bancos alemanes y a muchos inversores ingentes cantidades de dinero, estos se dieron cuenta que eran más pobres de lo que creían y decidieron empezar a ahorrar. Esto llevo a una primera oleada de gente al paro. Ante tal desplome, al principio se implementaron las políticas que había recomendado Keynes para parar el golpe… en cambio, a los dos años, cuando los banqueros ya estaban a salvo, se dejaron de aplicar para el resto del mundo. Y luego vino lo peor. Nos impusieron austeridad. Incluso algunos creían, o tal vez mentían, que la austeridad nos haría ser más ricos. Eso puede ser verdad -o no- en tiempos de bonanza, pero durante una crisis es un suicidio. Por Dios, Keynes se debe estar revolviendo en la tumba. Si hay algo que no hay que hacer en una crisis como la actual es ser austeros. Pero a Keynes no le hicieron ni caso. Tal vez no convenía.

Porque mira que las políticas de Keynes son fáciles de entender. Si la gente quiere dinero en vez de cosas o servicios, por Dios -perdón- imprime ese dinero y dáselo para que se queden tranquilos. Pero dáselo sobretodo, a la gente que se lo quiera gastar. Al gastárselo dará trabajo a otra gente y el ciclo se invertirá. La gente verá que hay trabajo, gastará más y dará más trabajo. Pronto tienes la fábricas llenas otra vez. Parecerá increíble, pero la solución a la crisis era dar dinero gratis. Ya en los años 30 había un grupo de moralistas que decían que eso no era posible, que no se podían vender duros a cuatro pesetas, que dar dinero a los pobres nunca podía ser la solución. Hasta que Roosevelt primero y la Segunda Guerra Mundial después hicieron que el gobierno americano diese dinero a mansalva a los pobres, primero gratis y luego a cambio de fabricar bombas. Igual que hace 80 años, ahora nos encontramos con políticos , pseudo-economistas, tertulianos y banqueros que siguen repitiendo una de las más grandes mentiras de todos los tiempos: que la austeridad es la solución de algún problema. La austeridad siempre que se ha intentado en una crisis ha conllevado la destrucción de las sociedades, de las fábricas, de la capacidad productiva, del bienestar e, incluso, del capitalismo. La austeridad aumenta las deudas a niveles insospechados (ver Grecia) y aboca a los países a la catástrofe. No hay ningún caso de “austeridad expansiva”. El desempleo siempre sube, a niveles estratosféricos. Para eliminar deudas hay que declararse en bancarrota o crecer… imprimiendo dinero.

En EEUU e Inglaterra se saben la lección, imprimen dinero, pero se lo dan a los bancos. Así evitan la catástrofe pero no acaban de salir. En Europa estamos peor. Los líderes europeos han decidido no imprimir dinero para pagar sanidad, educación y algún extra para los pobres. A pesar de ser la única salvación posible. En otras palabras, cuando un Estado controla su propia moneda puede gastar el dinero que quiera, no tiene que recoger impuestos porque lo puede imprimir. En tiempos de bonanza imprimir dinero cuando las fábricas producen al máximo es, o puede ser, malo, pues hay inflación. Es mejor recoger impuestos. Pero en momentos de crisis de la demanda como ahora, un Estado imprime, imprime e imprime. Aquí, en Europa no tenemos Estado común. Y estamos a punto de destruir todo el proyecto de la Unión Europea y el euro porque el Banco encargado de imprimir dinero (el BCE) no lo quiere hacer (o la élite alemana no le deja). Y ante esa situación, los especuladores se hacen de oro.

Es necesario involucrar a la gente en las decisiones macroeconómicas para que piense, opine y decida. Actualmente poco importan los pensamientos y las decisiones de los ciudadanos. No importa si gana Rajoy o Rubalcaba, el que gane no tendrá mas remedio que hacer lo que le manden desde el Banco Central Europeo y desde Alemania. Los tienen cogidos por el euro. Lo mismo le pasa a la mayoría de ciudadanos europeos, no tienen foros institucionales de debate para discutir cuál es la mejor manera de evitar caer en el abismo. Hay que empezar a discutir y decidir si se quiere estar en el euro o no, o en qué condiciones. Hay que decidir qué política monetaria debe hacer el Banco Central Europeo -es decir, cuanto dinero queremos que se imprima y a quien se lo queremos dar-, qué política fiscal debe aplicar Europa- es decir, de quien se recogen impuestos y a quién se dan- y cómo se debe distribuir el poder en Europa.. Es hora de plantear propuestas y que nos pronunciemos. Yo tengo las mías.

¿Queremos…

  • Impresión de dinero y compra con ese dinero de deuda de España, Italia, Portugal, Irlanda y Grecia hasta que el PIB nominal europeo crezca un 4% o la inflación subyacente supere el 4%.
  • Impresión de dinero hasta que el euro se devalue un 20% frente a otras monedas.
  • Impuestos comunes a las transacciones financieras
  • Transferencias fiscales entre países europeos, un tesoro europeo común
  • Eurobonos creados por el Banco Central Europeo
  • Creación de bancos públicos
  • Cofinanciación privada-pública para sectores estratégicos. Especialmente los energéticos
  • Estructuras para dar crédito a las pymes directamente desde el banco central
  • Facilidades para la reducción de horarios laborales y sueldo
  • Declarar nula gran parte de la deuda privada
  • Cerrar o nacionalizar los bancos zombies que no dan crédito
  • Renta mínima de 500 euros garantizada por el Banco Central Europeo
  • Impuesto directos e indirectos a la contaminación
  • Cambios en el sistema impositivo, en contra de la acumulación de capital financiero o de las rentas y a favor de las empresas no financieras
  • Reforma del sistema de patentes
  • Potenciar la investigación – especialmente en campos que puedan dar lugar a fenómenos de “copia a coste cero”.

…?

¿Y las tuyas?

Si no nos ponemos manos a la obra, el mundo de utopía de John desparecerá ante nuestros ojos. Y estábamos tan cerca…


Enrique Alvarez Lacalle
Doctor en Física (Sistemas complejos)
Departamento de Física Aplicada.
Universitat Politècnica de Catalunya (UPC)

2 respostes a “El mundo de utopia de John”

  1. Fco. Javier Sandoval on

    Veamos… los argumentos literalmente económicos, como la impresión de moneda, inflacción, transferencias fiscales entre paises europeos no son de mi ámbito de conocimiento y escapa a mis entendederas. En vista de la volatilidad del valor del dinero tengo claro que la riqueza de un pais son las infraestructuras, los medios de producción, el conocimiento y su gente en un estado de ánimo positivista que de pié a nuevos proyectos y nuevas empresas.
    Nada de todo esto tendría sentido dentro de la degradación, que ya nos es evidente, del medio ambiente.
    Las crisis nos hacen fuertes y debemos hacernos fuertes frente al poder para conseguir así un mundo mejor.
    Si somos el 99% frente al 1% , ¿no se aburre ese 1 con tanta soledad?
    Salutacions,

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