De l’oblit a les minories

Podría hacer una expansiva queja sobre la discriminación de los partidos minoritarios de cara a la campaña de las elecciones al Parlament del próximo 28N, pero me parecía hacer más de lo mismo, campaña!

Quiero hablar de otras minorías. Esas que “viven” todo el año, no sólo en tiempos de campaña electoral: las familias que han de sobrevivir el día a día con un enfermo, seguramente terminal, por una enfermedad clasificada como “minoritaria”. Sí, esas enfermedades que, por suerte para muchos de nosotros, y desgracia sin precedentes de unos pocos, sólo se dan a conocer en épocas como la Navidad, en las que los medios de comunicación audiovisuales nos informan con un programa para recaudar fondos. Así fue la navidad pasada con la maratón de TV3, si no recuerdo mal.

No parece justo que la importancia de una persona, o un grupo de personas, dependa del interés económico que promueva. En este caso, yo lo veo así: vivimos bajo un sistema de valores que solamente premia aquello que económicamente es rentable. ¿Qué implica? ¿Para qué vamos a investigar y tratar una enfermedad que sufren unos pocos, si el gasto es sumamente superior a las ventas que se puedan producir? O bien tiramos de subvenciones y donaciones, o bien, expandimos la enfermedad para así poder costear las tareas de investigación. ¿Qué fuerte, no? Pues así veo yo las reglas del juego.

Ahora, explícale a una familia con un miembro afectado por una enfermedad minoritaria, que la vida de esa persona tiene pocas o ninguna perspectiva de futuro, porque dedicar recursos a investigar esa enfermedad no es rentable. Y como son pocos, no hacen mucho ruido e intentan buscarse la vida mediante asociaciones y otras alternativas.

Tenemos capacidad de llevar a dar un paseo por el espacio a quien lo pague, pero no podemos pagar la investigación de enfermedades minoritarias. No creo que la solución sea seguir tirando de la bondad, generosidad y solidaridad de los de siempre, y menos, cuando los de siempre confiamos nuestro voto a quienes se presentan en unas elecciones para hacerse cargo de nuestros problemas.

Tirar de subvenciones y ayudas para estos casos, me parece más bien un parche que una solución, y tal vez vaya siendo hora de dejar los parches para los piratas (nunca mejor dicho), y buscar soluciones a las causas de los problemas, en vez de buscar soluciones a las consecuencias de los problemas, y generar leyes sobre leyes porque siempre hay un agujero por dónde alguien mete mano.

Y lo que vengo detectando últimamente entre mis conocidos, familiares y amigos, me preocupa más. Hemos aceptado que estas son las reglas del juego y que no se pueden cambiar. Expresiones tan simples cómo “es lo que hay” y “siempre ha sido así” pueden llegar a justificar una guerra, o que millones de niños mueran de hambre a diario.

Ya no creo en “esto es lo que hay”. Tenemos lo que pedimos, y nos hemos acostumbrado a no pedir nada.

Meses atrás intentaba “arreglar el mundo” en charlas con conocidos y/o amigos, junto a la barra de un bar. Lo único que conseguía en la mejor de las suertes era acabar con una buena dosis de alcohol en mis venas, y pasar un buen rato con una conversación, para mí, interesante.

Ahora quiero utilizar eso que tanto me repugnaba tiempo atrás por la impotencia de ver que no servía para nada: la política. No se me ocurre otro lugar donde pueda escuchar, quejarme y proponer, sin tener que levantarme al día siguiente con la sensación de haber utilizado un foro más psicológico que otra cosa, y con algo de resaca.

No me considero político, pero sí una persona igual de importante que los que sí lo son o se lo creen; y no me apetece que mis descendientes, ni los descendientes de mis seres queridos, tengan que acostumbrarse a un mundo de “es lo que hay”, en el que pasar de un estado “equilibrado” a un estado de fracaso y decepción resulta demasiado fácil y sin poder de control por tu parte.

Creo que aquella dulce y joven voz, y hasta me atrevería a tachar de “ñoña”, Jeannette, que se incrustó en la zona musical de mi biografía cuando yo todavía era un niño, hoy cambiaría la letra de su canción:

Yo, soy PIRATA
porque el mundo me ha hecho así,
porque nadie me ha tratado con amor
porque nadie me ha querido nunca oír.

Yo, soy PIRATA
porque siempre sin razón
me negaron todo aquello que pedí
Y me dieron solamente incomprensión…

¿Nos ayudamos entre todos a cambiar las reglas del juego?

Jordi González Hidalgo, candidato de Pirates de Catalunya por Lleida.

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